Publicado el 14 de julio del 2020
Una columna de opinión que publicamos hoy en la página opuesta —complementada por una nota informativa en página 15— explica cómo China se está poniendo a la cabeza en la carrera por tener su propia criptomoneda nacional, y que ya cuenta con un plan piloto que partiría en mayo en cuatro ciudades a través de una veintena de grandes cadenas comerciales, e incluiría diversos incentivos para promover su uso.
Son varios los países con distintos grados de avance en esta materia, que se considera estratégica para que los Estados puedan mantener su soberanía monetaria (emisión de moneda, tipo de cambio, etc.). Y que sea China —que a pesar de ser la segunda economía mundial, sigue siendo considerada un país en desarrollo por el Banco Mundial— el país que parece llevar la delantera plantea una reflexión en términos de política pública y apuesta por el desarrollo.
Son muchas las razones por las que no conviene hacer comparaciones entre la velocidad, amplitud y determinación con que Beijing puede emprender medidas económicas, y lo que ocurre en otros países, empezando por el rol central que tiene el gobierno en la economía china. Más allá de eso, importa relevar hasta qué punto el gigante asiático apuesta decididamente por las tecnologías de la nueva economía como motor de desarrollo y socialización de los beneficios del crecimiento y la modernidad. Como sintetiza el reconocido experto en inteligencia artificial Kai-Fu Lee, las startups locales de distintos sectores de la economía digital “han convertido a las ciudades chinas en los primeros entornos sin dinero en efectivo desde los días de la economía de trueque”.
Hay pocas dudas de que, en un entorno económico de creciente digitalización y automatización, las nuevas tecnologías financieras, entre ellas las criptomonedas, jugarán un rol cada vez más central. Que nuestro primer socio comercial tenga un buen camino recorrido en esta dimensión sentido debería, con las salvedades institucionales del caso (la transparencia es una dimensión clave, por ejemplo), ser visto como una oportunidad de aprendizaje y, también, una potencial ventaja.